Señor presidente —dijo Hines—, el plan que el vallado Rey Díaz presentó ayer se caracteriza por un solo hecho: el de poseer la burda simpleza de un soldado.
Levantóse Sancho como mejor pudo, y pidió a su amo la espada, diciéndole que quería matar media docena de aquellos señores y descomedidos puercos; que ya había conocido que lo eran.
El guardia habitual de la Calle del Limbo, un hombre inmenso, rudo y bondadoso, sacó del bolsillo un porrón de whisky, y se lo ofreció a Murray diciendo: -Es costumbre, usted sabe.