Al escuchar aquello, casi todos los presentes se pusieron a cuchichear; unos con cara de estar muy molestos, otros intercambiando sonrisas enigmáticas.
Una pérdida leve de la audición es cuando ya no puedes escuchar los mosquitos, pero eres capaz de escuchar un susurro o el ruido del refrigerador, que va de los 21 a 40 decibelios.