Debido a la relación entre la colonización y las culturas nativas y combinado con el poder de la publicidad, el chocolate mantiene un aura de algo sensual, tentador, y prohibido.
La situación de Collins le convertía en un partido muy apetecible para su hija, a quien no podían legar más que una escasa fortuna, y las perspectivas de un futuro bienestar eran demasiado tentadoras.