" De ese modo no se consigue nada”, pensó. Su boca estaba demasiado seca para hablar, pero ahora no podía alcanzar el agua. " Esta vez tengo que arrimarlo -pensó-.
Eran islotes a los que se arrimaban durante algún tiempo, pero luego ambos partían de nuevo para el océano de hostilidad secreta que se manifestaba en el distanciamiento entre ellos.
Oyendo esto Sancho, se arrimó sobre el espaldar de la silla y miró de hito en hito al tal médico, y con voz grave le preguntó cómo se llamaba y dónde había estudiado.
El muchacho se moría de ganas de hacerse con el recipiente, así que un día que su mamá no estaba en casa, arrimó una silla a la pared y se subió a ella para intentar alcanzarlo.
En la vuelta siguiente estaba todavía lejos, pero sobresalía más del agua y el viejo estaba seguro de que cobrando un poco más de sedal habría podido arrimarlo al bote.