La Terapia Cognitivo Conductual se basa en la idea de que ciertas situaciones desencadenan creencias fundamentales falsas que afectan negativamente nuestros pensamientos, emociones, comportamiento y reacciones físicas.
Una vez que aprendemos a identificar qué situaciones provocan esos pensamientos destructivos, podemos practicar el desarrollo de nuevas interpretaciones que luego cambiarán nuestro patrón de reacción.
La terapia se utiliza ampliamente para ayudar a personas con fobias, depresión, ansiedades o adicciones.
Para mostrar cómo funciona, veamos el caso de Lily, una adolescente que odia ir a la escuela por miedo a ser juzgada y humillada.
En su primera sesión, su terapeuta intenta generar confianza y explica cómo funciona la TCC, ya que cuanto mejor comprenda Lily el proceso, mayor será la probabilidad de que la terapia sea efectiva.
La terapeuta también ilustra cómo nuestro cerebro, en situaciones específicas, sigue un patrón de razonamiento fijo, que se fortalece tras años de mantener el mismo proceso de pensamiento.
Muchos de nuestros comportamientos destructivos se basan en falsas creencias fundamentales: pensamientos que objetivamente carecen de sentido.
Adquirimos estas falsas creencias cuando éramos demasiado jóvenes para interpretar correctamente a los demás.
A lo largo de la terapia, Lily intentará desaprender estas falsas creencias y crear nuevas vías mentales que las reemplacen con pensamientos más realistas.
Una vez que Lily comprende el proceso, la consejera comienza a hacer preguntas siguiendo el método socrático, una forma de conversación argumentativa que estimula el pensamiento crítico para extraer ideas falsas y suposiciones subyacentes.