Por allá por los años 70 y 80, yo hice mis estudios de primaria y secundaria en una escuela privada administrada por monjas y sólo de mujeres.
Allí nos inculcaban valores, nos enseñaban a ser señoritas de bien y en dónde poco a poco iban programando nuestra mente de cómo teníamos que construir nuestra vida.
Me parece que fue ayer que sonaba el timbre del recreo y yo salía corriendo a sentarme en los pasillos a conversar con mis compañeras de la escuela.
En los últimos años el tema casi siempre giraba alrededor del príncipe azul.
Todas soñábamos con conseguir uno que fuera el complemento perfecto para soñar, para formar parte de nuestro plan de vida.
Mi familia.
Tenemos unos padres maravillosos, profesionales, responsables y muy devotos.
Siempre nos decían hay que estudiar bien duro para conseguir un buen trabajo y comportarse apropiadamente para conseguir un buen esposo.
Y ya con esas dos cosas tenías la base para que todo en la vida saliera según lo habías planeado.
Hay que acordar que en esas épocas no había ni televisión por cable ni Internet, por lo que el 80 % de la información que nuestra mente recibía venía de las maestras, el entorno social y la familia.
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