El Black Friday ya no es solo el día de las colas interminables.
A día de hoy es algo mucho más amplio: webs que caen por exceso de tráfico, carritos llenos en tiendas online, notificaciones interminables y gente comparando precios desde el teléfono a las siete de la mañana.
Para algunos, sigue siendo la fiesta del chollo, pero para otros, es el día más agobiante del año.
Pero lo verdaderamente interesante no es cómo lo vivimos ahora, sino una pregunta que mucha gente no se hace.
¿Cómo empezó todo esto?
¿y por qué un simple viernes acabó con un nombre que suena más a tragedia que a celebración?
El término apareció en contextos que no tenían nada que ver con las rebajas.
Con el tiempo, aquel uso temprano quedó como un episodio más de la historia económica, pero el término no desapareció.
Décadas más tarde volvió a surgir en situaciones totalmente distintas, siempre ligada a momentos que rompían la normalidad.
Por eso el Black Friday actual arrastra una historia mucho más antigua de lo que imaginamos: en su origen no había descuentos ni celebración alguna, solo un viernes en el que todo salió mal.
