Hay lugares que te cambian, Colombia es uno de ellos.
Esto no es solo un viaje a través de un país, es una historia escrita en color, en la luz dorada que se derrama sobre las cordilleras, en el verde profundo de las plantaciones de café que parecen respirar, en el coral y el turquesa de las paredes coloniales que se han mantenido en pie durante siglos.
Desde los altos picos andinos hasta dos océanos diferentes, desde ciudades que se han reinventado hasta pueblos donde el tiempo se mueve distinto, Colombia no solo te invita a visitar, te invita a sentir.
Así que, comencemos.
A 2600 metros sobre el nivel del mar, el aire es tenue y la ciudad es interminable.
Bogotá se extiende por una meseta como un secreto esperando ser descubierto.
En la Candelaria, el antiguo corazón de la capital, las casas coloniales se inclinan sobre calles estrechas.
Sus paredes cuentan historias en grafiti y oro.
Vendedores ambulantes ofrecen jugo verde esmeralda, y chocolate caliente tan espeso que se necesita una cuchara.
En algún lugar, un músico toca bambuco en una guitarra que ha visto días mejores.
