La primera vez que se vieron a solas, en los prados desiertos detrás del taller de mecánica, él la arrastré sin misericordia a un estado animal que la dejó extenuada.
Se sintió tan desamparada que abandoné el taller sin ver los nuevos modelos, y pasó la noche de extremo a extremo dando vueltas en la cama y llorando de indignación.
Por último, se valió del pelirrojo norteamericano que por esa época fue a pasar vacaciones en Macondo, y con el pretexto de conocer los nuevos modelos de automóviles se hizo llevar a los talleres.
Una noche, el señor García se sintió mal, pero no tan mal como para no poder valerse por sí solo, pues pudo sacar el carro del garaje y dirigirse al consultorio de un médico.
El bote está en el garaje -reveló el papá en el almuerzo-. El problema es que no hay cómo subirlo ni por el ascensor ni por la escalera, y en el garaje no hay más espacio disponible.