Yo comparo esa situación con la de un paciente que acaba de ser dado de alta de la unidad de cuidados intensivos de un hospital y al que obligan a correr bajo las mismas reglas y condiciones con a un atleta en un estado físico magnífico.
Con el pretexto de adorar a los dioses había celebraciones religiosas, festines y obras teatrales y sacrificios en forma de carreras, cacerías y peleas de gladiadores.
Mucho corría Pinocho, pero el perro corría más. La gente se asomaba a las ventanas y se arremolinaba en el camino, ansiosa de ver el resultado de aquella feroz persecución.
Recuerdo que se lo trajeron recién, apenas ayer; pero es tan violento y vive tan de prisa que a veces se me figura que va jugando carreras con el tiempo.
En ellas, solía haber carreras y otros eventos deportivos, incluso, torneos musicales y literarios, en que se ponía en evidencia el alto valor que asignaban los griegos a los productos del espíritu.
Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre: Tú serás veloz como el viento, pero te aseguro que soy capaz de ganarte una carrera.
El pobre pingüino no quería participar, pero era costumbre que todos lo hicieran, así que el día de la carrera se unió al grupo que siguió al zorro hasta el lugar de inicio.
Es, pues, el caso -dijo el labrador-, señor bueno, que un vecino deste lugar, tan gordo, que pesa once arrobas, desafió a correr a otro su vecino, que no pesa más que cinco.