Comparaba sus recuerdos de Pemberley con la detallada descripción que Wickham hacía, y elogiando el carácter de su último dueño, se deleitaban los dos.
Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado.
Te dice palabras de consuelo cuando nota tu preocupación y te hace un cumplido siempre en el momento adecuado… pero no puedes evitar la sensación de que algo no funciona.
El maestro también se mostró satisfecho, porque le veía atento, estudioso, inteligente, siempre el primero para entrar en la escuela, y el último para ponerse en pie cuando había terminado la hora.
Los muchachos que atienden amorosamente a sus padres en la miseria y en la enfermedad, merecen siempre ser queridos, aunque no se les pueda citar como modelos de obediencia ni de buena conducta.