Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias con un muy honroso cargo.
Tres mil seiscientos kilómetros: saliendo desde la frontera de España con Francia en Hondarribia, recorrí todo el Cantábrico, toda la costa portuguesa y todo el Mediterráneo.
Y por tanto cada vez les hace menos gracia eso de que los alaveses, vizcaínos, navarros y guipuzcoanos conserven sus fueros y, ya ves, otra vez estamos con los fueros...
En Navarra se crea todo un movimiento intelectual y popular a favor de la idiosincrasia vasca y en Vizcaya aparece Sabino Arana que empieza a hablar de independencia, ya no sólo de fueros.
El decir esto, y el apretar la espada, y el cubrirse bien de su rodela, y el arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo, llevando determinación de aventurarlo todo a la de un golpe solo.