Cayetano se excusó por entrar sin ser invitado. El marqués le explicó que nadie hacía caso del aldabón porque se había perdido la costumbre de recibir visitas.
Avergonzado de su nariz, sus orejas y su cola de burro Pinocho pidió perdón arrepentido de corazón deseando que los que tanto le amaban fueran felices sin él.
Y, así, llegándose a él, se desculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna, pero que bien castigados quedaban de su atrevimiento.
Le encontraron al entrar en el pueblo y las acompañó a casa de su tía, donde se charló largo y tendido sobre su ausencia y su desgracia y la consternación que a todos había producido.
Señorías, creo que he cumplido con el mandato fundamental de la política que es mejorar la vida de las personas, si alguien se ha sentido en esta Cámara o fuera de ella ofendido o perjudicado le pido disculpas.
El día en que tomó posesión del cargo, después de la copa de champaña, el viejo león en retiro pidió excusas por hablar sin levantarse del mecedor, e improvisó un breve discurso que más bien pareció una elegía.