En vano eran, pues, todas sus atenciones, en vano e inútil todo su afecto por la hermana de Darcy y todos los elogios que de él hacía si ya estaba destinado a otra.
No porque yo diga que ni he visto ni hablado a la señora de mi alma has tú de decir también que ni la has hablado ni visto, siendo tan al revés como sabes.
A pesar de no querer admitir una idea tan desastrosa para la felicidad de Jane y tan indigna de la firmeza de su enamorado, Elizabeth no podía evitar que con frecuencia se le pasase por la mente.
Yo vos le otorgo y concedo -respondió don Quijote-, como no se haya de cumplir en daño o mengua de mi rey, de mi patria, y de aquella que de mi corazón y libertad tiene la llave.