Puede estar segura, Marilla, de que dentro de una semana se habrá calmado y estará dispuesta a regresar por su propia voluntad, eso es, mientras que si tratara de llevarla por la fuerza, Dios sabe qué baraúnda armaría.
La noche en que él le reiteró su amor, todavía con las flores del esposo muerto perfumando la casa, ella no pudo entender que aquel desplante no fuera el primer paso de quién sabe qué siniestro propósito de venganza.