Ha de saber, hermano, que tienen por costumbre los peleantes de la Andalucía, cuando son padrinos de alguna pendencia, no estarse ociosos mano sobre mano en tanto que sus ahijados riñen.
Luego tiene que batirse en duelo con un par de cancilleres y frustrar una conspiración organizada por cuatro duques austriacos que pretenden embargar el reino por una estación de gasóleo .
Viendo, pues, el visorrey que daban los dos señales de volverse a encontrar, se puso en medio, preguntándoles qué era la causa que les movía a hacer tan de improviso batalla.
Su primera vicisitud se presenta en un encuentro con los cicones y los comedores de flores de loto, quienes al sentirse invadidos, batallan contra Odiseo y sus hombres, dejando sus embarcaciones bastante disminuidas.
(cuentan que aprendió a mover las piezas él solo a los seis años observando jugar a sus padres), pasando por los durísimos duelos con su gran rival, el ruso Anatoli Karpov.
Ya en este tiempo estaban el Duque y la Duquesa puestos en una galería que caía sobre la estacada, toda la cual estaba coronada de infinita gente, que esperaba ver el riguroso trance nunca visto.
Llamó el maese de campo a don Quijote, que ya se había presentado en la plaza, y junto con Tosilos habló a las dueñas, preguntándoles si consentían que volviese por su derecho don Quijote de la Mancha.
El Duque no sabía la ocasión porque no se pasaba adelante en la batalla; pero el maese de campo le fue a declarar lo que Tosilos decía, de lo que quedó suspenso y colérico en extremo.
Entonces les entró miedo a los dos, el jabalí se escondió en el follaje y el lobo saltó a un árbol. Cuando llegaron el perro y el gato, se asombraron de que no podían distinguir a nadie.
Volvedle las ligas; si no, yo os desafío a mortal batalla, sin tener temor que malandrines encantadores me vuelvan ni muden el rostro, como han hecho en el de Tosilos mi lacayo, el que entró con vos en batalla.
Sonaron los atambores, llenó el aire el son de las trompetas, temblaba debajo de los pies la tierra; estaban suspensos los corazones de la mirante turba, temiendo unos y esperando otros el bueno o el mal suceso de aquel caso.