Al parecer, Carax trabajaba de pianista en un burdel de poca monta en Pigalle por las noches y escribía de día en un ático miserable en la barriada de Saint Germain.
En pocas líneas, los críticos se habían despachado a gusto y habían recomendado al novel Carax que no dejase su empleo de pianista, porque en la literatura estaba claro que no iba a dar la nota.
Mi padre trabajaba en Florida Park, creo que se llamaba, y allí había un pianista y yo recuerdo que tenía seis o siete años y llegué allí y vi el piano y fue una cosa que me maravilló.