No obstante lo cual, el jefe de la estación expidió telegramas a las estaciones del trayecto, ascendentes y descendentes, y le prometió ejercer una vigilancia minuciosa.
El capitán Samaritano había tenido que hacerlo varias veces por los muchos casos de cólera que se presentaban en el río, aunque luego las autoridades sanitarias obligaban a los médicos a expedir certificados de disentería común.
Después del éxito de los ejércitos imperiales, el emperador Fernando II se encontraba en la cima de su poder, y aprovechó la oportunidad para expedir un Edicto de Restitución en marzo de 1629.