No hay consuelo más hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestras desdichas; esa teleología individual nos revela un orden secreto y prodigiosamente nos confunde con la divinidad.
Es inevitable que la ocasión se preste a todo tipo de excesos. En realidad, procede de la festividad que celebraban los antiguos griegos y romanos en honor de Dionisio o Baco, divinidad del vino.
Más correcto es decir que en el paraíso, Aureliano supo que para la insondable divinidad, él y Juan de Panonia (el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima) formaban una sola persona.