Matthew tímidamente había desenvuelto el vestido y lo sostenía con una despreciativa mirada a Marilla, quien pretendía estar llenando la tetera desdeñosamente, aunque espiaba la escena con el rabillo del ojo.
Fuera de algún incidente con sus colegas labradores, que invadían su jurisdicción; del hastío de los días de lluvia que lo relegaban en cuclillas frente a la pava, la tarea proseguía hasta el sábado de tarde.