Mas, tan pronto oscureció, comenzamos a escuchar un aterrador ruido de ladridos, aullidos, bramidos y rugidos de animales feroces, desconocidos para nosotros.
Todavía en silencio cruzaron Newbridge, una ruidosa aldea, donde los perros les ladraron, los muchachos les miraron y caras curiosas les contemplaron desde las ventanas.