2.También mis compañeros cortaron con sus machetes las ramas que nos tocaban las cabezas y que descendían sobre nosotros desde la altura de las coníferas inmensas, desde los robles cuyo último follaje palpitaba antes de las tempestades del invierno.
3.Su vestido, que en la buhardilla le había parecido tan delicado y bonito, se le presentaba ahora simple y ordinario; demasiado simple y ordinario, pensaba, entre todas aquellas sedas y encajes que brillaban y crujían en torno.