Le recordó que su madre tenía una mercería en la Calle de las Ventanas, y que además compraba camisas y sábanas viejas para deshilacharlas y venderlas como algodón de emergencia durante las guerras civiles.
Lo único que siguió desafiando hasta siempre al tiempo y a la moda fueron sus atuendos sombríos, las levitas anacrónicas, el sombrero único, las corbatas de cintas de poeta de la mercería de su madre, el paraguas siniestro.